Aprender Siempre: Filosofía y Economía

Como el ejercicio físico, va más allá de la edad.

En un mundo cada vez más acelerado, donde los algoritmos transforman el marketing en cuestión de días y los cambios económicos modifican el mapa laboral, la formación no puede entenderse como algo exclusivo de los jóvenes en formación profesional o universitarios. Tampoco como una obligación meramente profesional.

Aprender es un acto vital, existencial, transformador.

Por eso, hablar de filosofía y economía no es solo cuestión de técnica, sino de sentido. La economía está intimamente ligada al modo de vida del hombre y la filosofía se encarga de dar esta perspectiva antropológica.

Un ejemplo vivo de esta reflexión lo encontramos en quienes, ya pasados los 40, deciden volver a la universidad. En un reciente estudio cualitativo, yo mismo entrevisté a adultos mayores que iniciaron o retomaron estudios universitarios, especialmente en áreas como la filosofía, la economía o las ciencias sociales.

Lejos de lo que podría pensarse, sus motivaciones no fueron económicas, sino personales y profundamente filosóficas. Una de las preguntas clave fue:

“¿Qué le motivó volver a los estudios a esta edad?”

Las respuestas mostraron un patrón revelador: la necesidad de comprender el mundo, de pensar críticamente en una etapa donde muchas veces se espera que la vida siga su curso natural. Uno de los entrevistados respondió:

“Me encuentro en otra etapa de mi vida profesional, más consolidado y maduro. Pero eso no significa que deje de ser curioso. Quería entender más sobre economía, no simplemente la gestión de un P&L. Se trata de traer nuevas ideas para mi conocimiento, volver a los clásicos:  Kant, Adam Smith, Hayek.”

Otra pregunta clave fue:

“¿Qué significado tiene para usted estudiar a esta edad?”

Una mujer de 55 años, estudiante de marketing digital, respondió:

“No estudio para trabajar, aunque me ayuda muchísimo. Estudio para entender cómo adaptarme mejor a este mundo cambiante y acelerado. Los algoritmos nos venden ideas, y me gustaría saber cómo se construye todo eso. A mi edad, quiero ser más consciente de lo que consumo y lo que comparto.”

Estas entrevistas revelan algo esencial: el aprendizaje tardío no busca resultados utilitarios inmediatos, sino comprensión, profundidad, plenitud. Sin embargo, ese simple deseo de saber nos ayuda en cualquier campo o actividad en el que nos dediquemos.

La formación es un acto social y transformador

Volver a estudiar en tiempos de la IA implica adaptarse a nuevos entornos tecnológicos, superar prejuicios etarios y, sobre todo, dialogar con otras generaciones en aulas presenciales o plataformas digitales. Allí, el conocimiento no solo se adquiere, se comparte y se transforma.

Un aprendizaje intergeneracional y transversal

La inclusión de adultos mayores en programas de formación enriquece los entornos educativos. Sus preguntas, su experiencia laboral y su mirada pausada frente al frenesí digital aportan un diferencial importante. En clases de economía, pueden hablar desde lo vivido. En filosofía, aportan décadas de reflexión crítica. En marketing, cuestionan los discursos que a veces se aceptan sin análisis.

¿Por qué seguir aprendiendo?

Porque el mundo no se detiene.

Porque la filosofía nunca da respuestas definitivas.

Porque el marketing es una narrativa que cambia cada día.

Porque la economía, sin ética ni sentido, se vuelve técnica vacía.

Y porque, tal como afirmó uno de los entrevistados:

“Mientras pueda leer, discutir y aprender, me siento conectado con quién debo estar. Estoy más despierto que nunca.”