Filosofía, autoayuda y sentido práctico: ¿y si el best seller no fuera tan banal?

En el mundo comercial, solemos desconfiar de lo que se vende demasiado bien. Si es popular, debe ser superficial. Si está en los quioscos, no puede tener valor filosófico. Y si dice “autoayuda” en la portada, entonces lo clasificamos directamente como sospechoso. Pero ¿y si no fuera así?

Estamos hablando, por ejemplo, de la reinterpretación contemporánea de corrientes filosóficas clásicas como el estoicismo o el epicureísmo. De hecho, la autoayuda y el mindfulness que hoy se encuentran en las estanterías de cualquier librería no son invenciones modernas: beben directamente de ideas que llevan circulando más de dos mil años.

Un ejemplo emblemático es Meditaciones, de Marco Aurelio. Un libro que, más que autoayuda, es autoexigencia. Curiosamente, me lo regaló mi hija en unas Navidades. Un gesto simple, pero que me hizo pensar en la vigencia de estas ideas. Meditaciones no es fácil de leer ni ofrece soluciones mágicas. Pero sigue siendo un best seller, siglo tras siglo. ¿Será por algo?

¿Qué hacemos con el conocimiento?

Cuando uno se embarca en una formación en Filosofía es inevitable hacerse una pregunta: ¿qué haremos con todo este conocimiento? ¿Qué haremos con estas ideas, con estas dudas, con esta capacidad de pensar críticamente que vamos adquiriendo?

Lo cierto es que mucha gente ya viene haciéndolo sin títulos ni diplomas. Lo han hecho científicos, ingenieros, incluso farmacéuticos (como es mi caso profesional). Y lo han hecho también personas sin estudios universitarios, pero con una necesidad tan humana como vigente: la de entender, vivir mejor y, en definitiva, buscar sentido.

Como decía Aristóteles: “Todos los hombres por naturaleza desean saber.” Y ese deseo no siempre se canaliza por la vía académica. A veces aparece en una conversación, en una crisis personal, en un libro de tapa blanda comprado por impulso.

El prejuicio hacia lo popular

No somos Newton, y no todo lo que leemos será genial. Pero incluso un libro considerado menor puede ofrecer consuelo, claridad o un primer paso hacia algo mayor. Que algo sea popular no lo convierte automáticamente en malo. A veces, solo significa que supo llegar a la necesidad de alguien.

Me viene a la mente la imagen de los “jardines de Epicuro”. Lugares donde las personas acudían buscando alivio espiritual, una palabra de sabiduría o simplemente compañía en sus angustias. ¿No es eso, también, lo que muchos buscan hoy cuando se acercan a un libro de autoayuda?

Rechazar estos espacios de entrada al pensamiento por su apariencia comercial sería como cerrar la puerta a alguien solo porque no vino vestido de filósofo clásico.

Pensar, también en el trabajo

Pensar críticamente no debería limitarse al aula, también debería extenderse al mundo laboral. En la relación entre jefes y empleados, en las decisiones que tomamos bajo presión, en cómo manejamos el estrés o los conflictos. Aquí también cabe la filosofía.

Y no me refiero a citar a Aristóteles en una reunión. Me refiero a actuar con ética. A tener, como decía una compañera, la “mente amueblada”. A entender que el pensamiento crítico, como el buen liderazgo, no se improvisa.

¿Y si la Ética a Nicómaco fuera autoayuda?

Muchos de los tratados clásicos pueden leerse, hoy, como auténticos libros de autoayuda. No porque prometan felicidad instantánea, sino porque ofrecen un camino. Un criterio. Una forma de enfrentar la vida con mayor lucidez.

Lo importante no es si el libro se vende mucho, sino si despierta algo en nosotros. Si abre una pregunta. Si incomoda. Si invita a actuar mejor.

Conclusión: un espacio para todos

Estamos todos bajo el mismo techo, buscando y experimentando la mejor forma de educarnos, de vivir. Hay espacio para todos. Desde quienes encuentran su primera chispa en un libro de mindfulness hasta quienes se embarcan en cuatro años de estudios filosóficos.

La filosofía no es patrimonio de una élite. Su verdadero valor, quizás, esté en recordarnos que ninguna búsqueda es en vano. Que pensar siempre vale la pena. Y que incluso en el estante de autoayuda puede esconderse una idea que nos cambie la vida.